EUROPA
PRESS
20 junio
2021
Los
avances no pueden engañar al envejecimiento y a la muerte
Un estudio dirigido por Fernando
Colchero, de la Universidad del Sur de Dinamarca, y Susan Alberts, de la
Universidad de Duke, en Estados Unidos, en el que han participado
investigadores de 42 instituciones de 14 países, aporta nuevos datos sobre la
teoría del envejecimiento, que afirma que todas las especies tienen una tasa de
envejecimiento relativamente fija, que no se puede alterar.
Los autores del estudio, publicado en la revista 'Nature Communications', señalan, por tanto, que la muerte
humana es inevitable. "No importa cuántas vitaminas tomemos, lo saludable
que sea nuestro entorno o el ejercicio que hagamos, al final envejeceremos y
moriremos", afirma Fernando Colchero, experto en la aplicación de la
estadística y las matemáticas a la biología de la población y profesor asociado
del Departamento de Matemáticas e Informática de la Universidad del Sur de
Dinamarca.
"Hemos podido arrojar luz sobre la hipótesis de la tasa
invariable de envejecimiento combinando una gran cantidad de datos inéditos y
comparando los patrones de nacimientos y muertes en nueve poblaciones humanas
con la información de 30 poblaciones de primates no humanos, incluyendo
gorilas, chimpancés y babuinos que viven en la naturaleza y en
zoológicos", explica.
Para explorar esta hipótesis, los investigadores analizaron
la relación entre la esperanza de vida, es decir, la edad media a la que mueren
los individuos de una población, y la igualdad de vida, que mide la
concentración de muertes en torno a las edades más avanzadas.
Sus resultados muestran que, a medida que aumenta la
esperanza de vida, también lo hace la igualdad de vida. Así, la igualdad en la
esperanza de vida es muy alta cuando la mayoría de los individuos de una
población tienden a morir alrededor de la misma edad, como se observa en el
Japón moderno o en Suecia, es decir, alrededor de los 70 u 80 años. Sin
embargo, en el siglo XIX la igualdad de vida era muy baja en esos mismos países,
ya que las muertes se concentraban menos en las edades avanzadas, lo que se
traducía también en una menor esperanza de vida.
"La esperanza de vida ha aumentado de forma
espectacular y sigue haciéndolo en muchas partes del mundo. Pero esto no se
debe a que hayamos disminuido nuestro ritmo de envejecimiento; la razón es que
cada vez sobreviven más bebés, niños y jóvenes y esto hace subir la esperanza
de vida media", apunta Colchero.
Las investigaciones anteriores de algunos de los autores del
estudio han desvelado la sorprendente regularidad entre la esperanza de vida y
la igualdad de vida entre las poblaciones humanas, desde los países europeos
preindustriales, cazadores-recolectores, hasta los países modernos
industrializados.
Sin embargo, al explorar estos patrones entre nuestros
parientes más cercanos, este estudio muestra que este patrón podría ser
universal entre los primates, al tiempo que proporciona una visión única de los
mecanismos que lo producen.
"Observamos que no sólo los humanos, sino también otras
especies de primates expuestas a entornos diferentes, consiguen vivir más
tiempo reduciendo la mortalidad infantil y juvenil. Sin embargo, esta relación
sólo se mantiene si reducimos la mortalidad temprana, y no si reducimos la tasa
de envejecimiento", afirma.
Utilizando estadísticas y matemáticas, los autores
demuestran que incluso pequeños cambios en la tasa de envejecimiento harían que
una población de, por ejemplo, babuinos, se comportara demográficamente como
una población de chimpancés o incluso de humanos.
"No todo está perdido, reconoce, la ciencia médica ha
avanzado a un ritmo sin precedentes, así que tal vez la ciencia consiga lo que
la evolución no pudo: reducir la tasa de envejecimiento".